Noticia26 Dic 20195 minutos de lectura

«Mi madre, con síndrome de Down, siempre quiso demostrar que podía cuidar de mí»

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Hace más de 60 años, nació en Brasil, Izabel, una niña que hacía cosas peculiares y que parecía tener un proceso de aprendizaje algo más lento que el resto de niños. Izabel creció en un entorno familiar que le proporcionaba todo el apoyo y autonomía que necesitaba para aprender a desenvolverse. En el colegio, los maestros y compañeros también percibían que era una niña diferente, y lamentablemente, sus padres decidieron sacarle de allí cuando empezaron las dificultades más serias.

A pesar de ello, su familia continuó apoyando a la joven, que decía tener amigos imaginarios y que prefería jugar en lugar de trabajar. «Durante un tiempo, trabajaba. Pero mentía diciendo que se iba al baño y en su lugar se iba al huerto a jugar con sus amigos imaginarios, mis familiares no estaban seguros de que estuviese bien de la cabeza«, cuenta Cristinna, la hija de Izabel en una entrevista para BBC Mundo.

«Percibían que era más lenta que los otros niños, pero creyeron que era no era nada serio, que solo era perezosa», explica la joven.

Cuando Izabel cumplió los 25 años, llegó el amor a su vida. Se trataba de uno de sus primos lejanos, José Ribeiro. Se conocían desde niños y poco a poco comenzaron una relación. Después de seis meses de noviazgo, José se armó de valor y le pidió matrimonio.

«Algunos de mis tíos no querían que mi madre se casara porque dijeron que no estaba muy segura. Pero mi abuela lo permitió», explica Cristinna.

Matrimonio.

El joven y enamorado matrimonio quería tener hijos, pero Izabel no se quedaba embarazada. Esperando encontrar respuestas o ayuda, José e Izabel fueron al médico y fue entonces cuando descubrieron que Izabel tenía síndrome de Down. Además, los médicos les explicaron que las personas de dicho colectivo tienen muchas dificultades para tener hijos -sólo el 50% de las mujeres con síndrome de Down pueden quedarse embarazadas-.

A pesar de ello, la joven brasileña consiguió quedarse embarazada meses después. Para José e Izabel, «fue una gran felicidad descubrir que estaba embarazada», comenta José Ribeiro.

A pesar de la ilusión y seguridad que mostraba el joven matrimonio, sus familiares veían con desconfianza e incertidumbre el embarazo de Izabel y el futuro del bebé. Sin embargo, cuando Cristinna nació toda la familia recibió la noticia con gran alegría.

Una de las hermanas de Izabel ayudó a los padres primerizos a criar al bebé durante sus primeros meses de vida. «Mis tíos no querían dejar a mi madre sola conmigo y decidieron que alguien necesitaba acompañarla en los primeros días. Esta tía, que ya tenía hijos, se quedó en mi casa durante mi primer mes de vida. Luego se fue porque mi madre ya había aprendido lo que tenía que aprender», relata Cristinna.

«Mi padre pasaba el día trabajando, así que éramos mi madre y yo. Cuando quiere algo es muy decidida y siempre quiso demostrar que podía cuidar de mí. Tenía mucha habilidad para criarme«, dice.

Los padres con la bebé Cristinna.

Madre y abuela muy cariñosa

Izabel supo apañárselas para criar a su hija junto a su marido y con la ayuda de sus familiares. «Siempre ha sido muy amorosa y cariñosa. Mucha gente me pregunta cuál es la diferencia en tener una madre con síndrome de Down, pero para mí nunca ha cambiado nada«, afirma Cristinna.

«Siempre cuidé bien de mi hija. La llevaba y recogía de la escuela. Realmente disfrutaba saliendo con ella«, dice Izabel.

Según explica Cristina, ella fue una niña muy feliz, y como es normal, durante la adolescencia sí tuvo algunos momentos de miedos o inseguridades, pero pasó el tiempo y todo transcurrió con normalidad.

Años más tarde, Cristinna conoció a su marido y tras casarse, se fue a vivir con él. El matrimonio tuvo hijos muy pronto, dos niños que hoy en día tienen seis y diez años. Los pequeños fueron una nueva alegría en las vidas de sus abuelos, que actualmente, celebran el nuevo embarazo de su hija.

Cristinna reconoce que, a pesar de la confianza que depositaba en su madre, «no dejaba que bañara a mi hijo en los primeros meses porque le creía incapaz. Para no lastimarle, tampoco se lo permitía a la otra abuela», dice. En seguida se arrepintió de su actitud y reflexionó: «Si mi madre lo había hecho conmigo, ¿por qué no lo podía hacer con mi hijo también? Entonces, cuando tuve al segundo, dejé que ella le bañara», explica. «Ella es una abuela muy amorosa», comenta Cristinna.

Cristinna besa a su madre Izabel.
Una vida plena

Sin duda, la historia de Izabel y su familia supone todo un ejemplo de superación, confianza y apoyo. La vida de esta mujer con síndrome de Down pone en valor la importancia del papel de la familia y de la inclusión. El hecho de haber ido a un colegio ordinario, de haber tenido trabajo y haber gozado de la autonomía e independencia que la familia de Izabel le ha otorgado a lo largo de su vida, han hecho posible que hoy en día sea una madre y abuela feliz y orgullosa.

Por otro lado, Izabel ejemplifica también el significado del derecho a formar una familia, a crear una vida propia. La libertad de esta mujer a la hora de enamorarse, casarse y tener hijos por decisión propia es el reflejo de que es posible que las personas con discapacidad intelectual vivan una vida plena llena de alegrías y superación. Para ello, es necesario que cuenten con familiares que apoyen su autonomía e independencia.